Nocturia es un videojuego que no se anda con rodeos. La premisa es sencilla: un niño se despierta con ganas de orinar y debe cruzar la casa en plena noche. Lo que parece una excusa trivial se convierte en una experiencia de terror psicológico. Aquí no hay monstruos evidentes ni sustos gratuitos. Hay atmósfera, tensión y una narrativa que se construye desde lo cotidiano. El miedo no viene de lo que ves, sino de lo que imaginas.
La propuesta se apoya en una jugabilidad minimalista. Se camina, se observa, se decide. No hay combate ni inventario. Solo una linterna, una vejiga y una casa que parece cambiar con cada paso. El diseño de sonido es clave. Cada crujido, cada susurro, cada silencio prolongado activa el sistema límbico. El motor gráfico no busca realismo extremo, pero sí sombras que sugieren más de lo que muestran. La iluminación dinámica y los efectos de oclusión ambiental refuerzan la sensación de vulnerabilidad.
Nocturia se ha desarrollado durante años con el apoyo de una comunidad entregada. Las versiones previas sirvieron para ajustar mecánicas, ritmo y accesibilidad. Ahora incluye voces en varios idiomas, textos localizados y opciones de configuración que permiten adaptar la experiencia a distintos perfiles. La inclusión de filtros visuales, modos de contraste y ajustes de sensibilidad demuestran un compromiso con la accesibilidad.
La narrativa no se impone. Se sugiere. Hay elementos que apuntan a traumas infantiles, a la soledad, al abandono emocional. Pero no se explican. Se viven. El jugador interpreta según su experiencia. Esa ambigüedad convierte a Nocturia en un espejo. Lo que ves depende de lo que traes contigo. El juego no juzga. Solo propone.
El diseño de niveles es lineal, pero con bifurcaciones que no podemos, ni debemos, dejar pasar. Hay caminos que parecen más seguros, pero esconden sorpresas. Hay rutas que parecen imposibles, pero llevan a algún sitio. La progresión se mide en pasos, en respiraciones contenidas, en momentos de duda. Nocturia no premia la rapidez. Es vital prestar atención y ponerse los cascos, apagar las luces… ya sabes, lo normal.

La dirección artística apuesta por lo doméstico. Muebles, juguetes, puertas entreabiertas. Todo familiar, todo inquietante. El contraste entre lo conocido y lo amenazante genera una disonancia cognitiva que alimenta el suspense. El uso de texturas granuladas y efectos de distorsión visual refuerza la sensación de estar soñando. O recordando.
Nocturia no es para todos. Hay quien lo encontrará lento, críptico o incómodo. Pero para quien conecte, será inolvidable. Es un juego que no se olvida porque no se parece a nada. No busca entretener. Busca remover. Y lo consigue. La experiencia es breve, pero intensa. Como una pesadilla que deja huella.
Es destacable su originalidad y su capacidad para generar emociones sin recurrir a clichés. Se puede comparar con títulos como Limbo o Inside, pero Nocturia va por otro camino. Más íntimo, más visceral, con una atmósfera más de «andar por casa» y narrativa emergente.
Nocturia demuestra que el terror no necesita monstruos, no de los habituales. Basta con una casa, una noche, y una necesidad urgente. Lo demás lo pone la imaginación.

