Laura Fryer no aparece en los créditos visibles de Xbox actualmente. Pero su huella está en los cimientos de la consola y sus servicios. Fue parte del equipo que dio forma a la consola original, cuando Microsoft decidió entrar en el mercado del videojuego. Ahora, desde su canal personal, ha decidido hablar sin filtros. Lo que dice no deja indiferente. Critica con dureza la evolución de Xbox, especialmente tras el aumento de precios de Game Pass y el giro hacia servicios digitales.
Nosotros hemos estado en Redmond. Hemos visto en directo cómo se toman decisiones. Lo que Fryer llama “cultura del sí señor” no es una exageración, y lo decimos por experiencia propia. Se refiere a una estructura interna donde nadie contradice al jefe. Esa dinámica, según ella, se instauró en 2008 y ha ido empeorando. El resultado, comenta Fryer, es una desconexión total entre los responsables de Xbox y sus usuarios, a lo que añadimos una también entre islas dentro de la estructura de Microsoft y sus socios. La subida de precios, tras anunciar beneficios de 5.000 millones de dólares, le parece una traición. Lo resume en una frase: “Greed over gaming”, codicia por encima del juego.
Fryer no se limita a criticar el coste. Señala una pérdida de esencia. Xbox, en sus palabras, ha dejado de ser una plataforma con identidad propia. Antes, la consola era el centro del ecosistema, conectada con los usuarios de forma directa. Los títulos exclusivos marcaban la diferencia. Existía una relación real entre desarrolladores y jugadores. Ahora, todo parece diluirse en una nube de servicios. El mensaje “esto es una Xbox” le parece vacío. Si todo es Xbox, entonces nada lo es, realmente.
Desde su perspectiva, la marca ha perdido valor. Ya no hay motivos para permanecer en el ecosistema. La estrategia actual, centrada en Game Pass y el juego en la nube, le parece errática. Entiende las razones comerciales, pero no las comparte. Cree que los líderes actuales no comprenden ni a los jugadores ni a los creadores. Los llama “incompetentes”. No porque tengan malas intenciones, sino porque parecen estar “probando cosas” sin rumbo claro.
En su vídeo, Fryer reconoce que ella misma, en los inicios, no sabía exactamente qué estaban haciendo. Pero había una visión. Xbox no nació para vender hardware. Lo hizo para controlar la relación con el usuario y con el desarrollador. Era un circuito cerrado, una propuesta integral. Esa idea, según ella, se ha perdido. Lo que queda es una marca que se diluye, que sube precios sin explicar por qué, que lanza mensajes sin alma.
La crítica de Laura Fryer no es solo técnica. Tiene un componente emocional. Se nota nostalgia por una época donde el videojuego era más directo, más cercano. Pero también hay una advertencia. Si Xbox sigue por este camino, puede perder lo que la hizo grande. Nosotros lo hemos visto. Hemos hablado con Phil Spencer. Sabemos que hay talento, pero también sabemos que la burbuja existe. Esa pantalla entre los jugadores y quienes deciden es real.
La competencia no espera. PlayStation y Nintendo siguen apostando por consolas con identidad. Si Xbox se convierte en una plataforma sin rostro, puede quedar atrás. Incluso viendo el error de Google con Stadia y la nueva energía que Amazon está metiendo en Luna. Fryer lo dice claro: “No hay razón para quedarse”. Y eso, viniendo de alguien que ayudó a construir la marca, debería hacer reflexionar a quienes hoy la dirigen.
En resumen, por lo que expone Laura Fryer, la situación actual de Xbox no es definitiva. Hay margen para corregir. Pero para hacerlo, hay que escuchar. Hay que salir de la burbuja. Hay que recuperar la relación con quienes hacen y juegan los videojuegos. Si no, el futuro puede ser una nube sin alma, sin consola, sin comunidad.