El estudio chino Pathea, conocidos sobre todo por My Time at Portia, cambia de estilo en su nuevo juego: Let’s School. Una especie de Theme Hospital o Two Point Campus (más parecido a este último) que nos invita a construir y administrar un colegio típico de Japón. O al menos lo que los gaijin entendemos que es un centro de estudios japonés a través del manga y el anime. ¿El resultado? Un producto recomendable pese a algunos errores. Os lo cuento.
Lo curioso es que Let’s School empezó siendo un proyecto que uno de los trabajadores de Pathea había estado programando por aburrimiento durante mucho tiempo. Pero cuando sus compañeros vieron lo que tenía entre manos le convencieron para convertirlo en el siguiente lanzamiento del estudio.
Tras muchos retoques ahora llega a Steam este juego que nos invita a convertirnos en el director de un centro de estudios japonés. Tu director llegará a un campo verde, donde no hay nada en absoluto, o una choza destartalada con paredes con goteras, donde podrías aprender antes a liarte un petilla que los ríos de Europa. Tu tarea será sencilla: coger unos cuantos billetes para empezar y construir poco a poco una escuela donde quieran estudiar los estudiantes más brillantes del país.
El bucle básico del juego es simple: configuras de forma muy sencilla algo que podría considerarse un aula, hay una pizarra y un lugar para sentarse, te aseguras de que haya alguien a quien enseñar. Allí, abres la puerta a los primeros valientes del barrio y observas cómo el profesor les infunde conocimientos durante su viaje de tres años hasta la graduación.
Si además consigues que no se desmayen de hambre, no tengan sed y no se aburran tanto como para patear a sus compañeros menos populares, miel sobre hojuelas.
Con la expansión de la escuela, tus responsabilidades y el juego también aumentan. Tres clases son la base, una para cada año, pero los estudiantes de diferentes comunidades tienen diferentes objetivos. Es posible que algunos quieran continuar en una universidad de humanidades, mientras que a otros les gusta una carrera deportiva.
Si intentas formar un conglomerado con ellos, tendrás problemas, porque no estás al mando de un escuadrón de historiadores-gimnastas y, por lo tanto, enseñar todo a todos se vuelve casi imposible. Es necesario dividir las clases según especialidades, armar el horario de cada clase, hora por hora, y asegurarse de que, por ejemplo, tres clases no requieran la misma aula al mismo tiempo.
Para ello, por supuesto, debes elegir un profesorado capacitado. Con su propio gabinete, para que tus profesores tengan un lugar a donde ir durante su descanso y mientras toman un café para charlar con los estudiantes.
Además, alguien tiene que estar a cargo de todo esto, y si no quieres convertir a tu limpio director en un desastre babeante bajo el ataque del estrés, no lo dejes solo. Tarde o temprano también llegará el turno de la gestión y de la delegación de funciones a los directores de las distintas facultades. Debes contratarlos y elegirlos con cuidado: cuanto más capaz sea el líder, más podrás delegar en él.
Al mismo tiempo, la columna vertebral del progreso en el juego es la investigación, a través de la cual desbloqueas gradualmente nuevos objetos, edificios y tecnologías. La jugabilidad resultante de todo esto es una progresión que funciona a buen ritmo además de ser divertida.
Let’s School no es un juego difícil, en ningún momento llega a ser un simulador exhaustivo de ninguna manera. En lugar de un director empobrecido que lucha contra tormentas interminables,te presenta suficientes problemas como para mantenerte ocupado, pero no te abruma tanto como para que no tengas tiempo para prestar atención a los detalles.
A veces se trata de cosas que no se ven a primera vista, por ejemplo, la comida en el comedor. El hecho de que realmente no importa lo que elijas, y llenar a los estudiantes con un menú que consiste exclusivamente en hamburguesas no es un enfoque ideal. La señal de que esta dieta es errónea es que el techo del primer piso se empieza a desmoronas cuando los orondos estudiantes caminan por el segundo piso.
Por contra Let’s School no es del todo perfecto. La culpa de esto la tienen dos cosas. Por un lado, la falta de eventos aleatorios o problemas repentinos que harían que el juego fuera especial desde el punto de vista de gestión. Por otro, la solución mecánica a las ambiciones de los propios estudiantes y el procesamiento excesivamente mecánico de su rendimiento académico.
Todos tienen inmediatamente claro lo que quieren llegar a ser y, por lo tanto, sabes con absoluta certeza qué enseñarles desde que entran por la puerta. Además, el fracaso o el éxito en los exámenes se deriva exclusivamente de un nivel de conocimientos representado numéricamente. En otras palabras, si coloca al estudiante en la clase correcta con el horario correcto y un buen profesor, puede olvidarse fácilmente de él y aprobará el examen de matriculación con sobresaliente. Y dado que el reclutamiento y clasificación de los estudiantes se manejan posteriormente mediante planes de lecciones automatizados… al final no tendrás que mover un dedo.
Pese a que la partida puede llegar a un punto en el que todo va demasiado bien, Let’s School tiene un estilo propio que ayuda a tolerar sus deficiencias técnicas. Y también es satisfactorio el hecho de que el juego también gestiona bien el elemento importante de todos los juegos de construcción, es decir, la recompensa visual. Cuando el flujo de estudiantes funcione por sí solo siempre nos queda redecorar nuestra obra, gracias a la tonelada de opciones visuales de las que dispone el editor.
Te encantará Let’s School si adoras los gestores de negocio tipo Bullfrog (Theme Park, Theme Hospital) y ya le has metido mil horas a los juegos de Two Point.
No es para ti si lo que buscas en un juego es acción frenética.