Desde el primer momento, me vi arrastrado a un mundo de brujas, rituales y un acompañante parlanchín llamado Raven, al que no puedo evitar adorar por su sarcasmo y carácter entrañable. El entorno de Leynia está dibujado como un cuento visual: bosques rosa, zonas pantanosas y senderos únicos que parecen cobrar vida bajo una paleta de colores suavemente pixelados y una música ambient relajante. Todo el mundo creado por Spell Garden Games invita a quedarse a vivir en él.
Me fascinó especialmente el sistema de encantamientos, que transforma la agricultura convencional en una especie de —sí, programación— disfrazada de magia. En lugar de interactuar directamente con la tierra, diseño secuencias lógicas usando cartas tipo Tarot para ordenar movimientos a los Arcana Constructs: preparar la tierra, sembrar, regar, cosechar… todo con la fase lunar adecuada para que florezcan las plantas. Es un reto mental que, aunque puede sentirse complejo al inicio y frustrante si cometo errores, se vuelve extremadamente gratificante cuando todo encaja y el sistema funciona a la perfección.
La narrativa, que sigue una estructura de misiones múltiples, está impregnada de empatía y calidez. Aquí no hay villanos, sino personajes con motivaciones comprensibles, conflictos resueltos a través de la reconciliación y no de la confrontación. Un ejemplo conmovedor es la historia de dos hermanos distanciados por el miedo y la culpa, cuya reconciliación me sacó más de una sonrisa.
La exploración de Leynia es encantadora, sin prisa ni presión de tiempo; los portales, el fast travel accesible, los museos de objetos recolectados e incluso minijuegos de pesca basados en portales, suman capas de variedad que despiertan la curiosidad y la alegría de descubrir.

Eso sí, no todo es perfecto. Las tareas, especialmente recolectar hierbas repetidamente, pueden tornarse un poco tediosas. También, aunque el sistema de automatización es poderoso, a veces se siente como si su uso no fuera siempre necesario para seguir progressando, lo que deja con ganas de más profundidad a quienes disfrutan optimizar cada aspecto del gameplay.
Gráficamente, no es ambicioso, pero su estética retro y chibi me tiene completamente cautivado; los diseños de personajes y colores suaves crean una atmósfera acogedora y única. El apartado sonoro contribuye a ese ambiente sin sobresaltos; las voces han sido reemplazadas por chirridos y sonidos animales, que, lejos de molestar, complementan el tono fantasioso del juego.
En consola —al menos en Nintendo Switch— se han reportado algunos tirones de frames, aunque no tan graves como para arruinar la experiencia; ojalá se resuelvan en futuros parches. También, ciertos detalles como el texto pequeño en modo portátil o la ausencia total de voces podría incomodar a algunos.

A pesar de estas pequeñas asperezas, Ritual of Raven me ha hechizado por completo. Es una deliciosa mezcla de cozy farming, lógica encantada y narrativa empática, con un sistema de automatización que ofrece tanto satisfacción como desafío. Es una experiencia cálida, distinta y memorable.
Te gustará si eres un fanático de los juegos de granjas y adoras los isekai.