Estamos en pleno The International, con Gabe Newell y su equipo dando espectáculo en Hamburgo. El nivel competitivo es altísimo, la producción impecable y el público entregado. Pero más allá del brillo de los focos, hay una realidad que no se puede ignorar. Los géneros en esports siguen marcando una brecha que no tiene nada que ver con la habilidad, la estrategia o la pasión por los videojuegos.
El caso reciente de Bwipo, jugador de FlyQuest, lo ha puesto de nuevo sobre la mesa. Tras unas declaraciones polémicas sobre las mujeres en los esports, fue suspendido por su equipo. Aunque reconoció la falta de apoyo a jugadoras profesionales, sus argumentos sobre anatomía y ciclos menstruales fueron desacertados y ofensivos. La comunidad reaccionó con contundencia y él pidió disculpas.
Este episodio refleja una idea equivocada que aún persiste: que el género influye en el rendimiento dentro del juego. No hay evidencia científica que respalde esa creencia. La capacidad de reacción, la toma de decisiones y la coordinación no dependen del sexo. Sin embargo, la escena profesional está dominada por hombres, y eso no es casualidad.
No existen normas que impidan a mujeres o personas no binarias competir en las grandes ligas. Aun así, su presencia es escasa. Se han creado torneos específicos para ellas, pero reciben menos financiación, cobertura y apoyo técnico. Esta separación recuerda a los deportes tradicionales, con sus diferencias de salario, visibilidad y respeto.
Algunas jugadoras han logrado destacar. Potter en CS:GO, Karma en Rocket League, Hafu en WoW y Hearthstone, y Scarlett en StarCraft II son ejemplos claros. Pero los datos son contundentes. N0tail, jugador de Dota 2, ha ganado más de siete millones de dólares. Scarlett, la mujer mejor posicionada, apenas supera los 470.000. Hay más de 600 hombres por delante en el ranking de ingresos.
La causa no es la falta de talento, sino el sexismo estructural. Desde las primeras etapas, los «chicos» reciben más estímulo, reconocimiento y confianza. Las «chicas» deben sobresalir para obtener lo mismo, mientras soportan acoso, sexualización y exclusión. Esta presión constante empuja a muchas fuera del circuito competitivo.
La solución empieza por cambiar la percepción. Reconocer que los géneros en esports no deberían marcar diferencias es el primer paso. El pensamiento colectivo influye en el comportamiento, y una actitud más inclusiva puede transformar el entorno. La industria trata a los jugadores masculinos como atletas, incluso siendo adolescentes. Campañas épicas, estética agresiva y narrativas heroicas refuerzan esa imagen. Sería justo aplicar ese mismo entusiasmo a jugadoras y personas no binarias.
En Madrid, la celebración de la XPO de League of Legends en Plaza de España muestra el potencial del universo de los esports como espacio abierto. El evento incluye actividades, concursos y presencia de creadores de contenido. Pero también es una oportunidad para reflexionar sobre quiénes están representados y quiénes no.
Los géneros en esports no deberían ser un obstáculo. El talento existe en todas las identidades. Lo que falta es voluntad para reconocerlo, apoyarlo y celebrarlo. La inclusión no es una amenaza, es una mejora. Y el deporte electrónico, si quiere seguir creciendo, debe enfrentarse a sus prejuicios y abrirse a todos.