Chaotic Minds presenta su primer juego, un shooter en primera persona con tintes roguelite. En teoría, Vilde lo tenía todo para destacar en este género tan abarrotado: una ambientación nórdica con tintes mitológicos, una jugabilidad basada en decisiones tácticas, y una propuesta estética sugerente. Sin embargo, en la práctica, la experiencia se diluye entre problemas de diseño, ejecución torpe y una identidad que nunca termina de cuajar.
La aventura comienza a bordo de un drakkar vikingo, pero es solo una fachada: no hay introducción, ni tutorial, ni contexto. Elementos como los símbolos rúnicos, Yggdrasil o los paisajes fríos y brumosos funcionan más como un telón de fondo que como parte de un mundo coherente. La ambientación carece de profundidad narrativa y se percibe como un collage visual sin sustancia.
Uno de los pilares de cualquier roguelike es el sistema de combate, y en Vilde, este se siente más desordenado que desafiante. Los enemigos pueden teletransportarse de forma errática o quedar atrapados en el entorno, lo que rompe la inmersión. Las arenas de combate son angostas, con poca variedad, y la sensación general es la de un tiroteo confuso más que una prueba de habilidad.
El movimiento del personaje tampoco ayuda: resulta etéreo, impreciso, sin peso. En ocasiones, la mejor estrategia no es luchar, sino huir y buscar una esquina segura, lo que socava por completo la fantasía de poder vikingo que el juego intenta transmitir.

Vilde incorpora varias capas mecánicas: un sistema de recolección de “sap” para desbloquear mejoras (orientadas al combate, la defensa o la utilidad), una herrería, objetivos secundarios y un arsenal de 24 armas. Sin embargo, estas funciones están pobremente integradas. Las mejoras tienen un impacto mínimo, y las armas —a pesar de su variedad numérica— carecen de una diferenciación significativa que motive el cambio de estilo o estrategia.
Lo que debería ofrecer variedad táctica termina convirtiéndose en un bucle repetitivo y poco gratificante.
Desde lo visual, Vilde opta por una dirección artística saturada, con colores intensos y elementos que compiten por la atención. El resultado es un estilo que no logra destacar ni como minimalista ni como detallado; queda en un limbo visual sobrecargado. A esto se suma una banda sonora electrónica estilo “club” que desentona por completo con la estética nórdica. En lugar de acompañar la acción o reforzar el ambiente, añade más ruido a una experiencia ya caótica.

Técnicamente, el juego deja bastante que desear. Largos tiempos de carga, caídas de rendimiento y cuelgues interrumpen el ritmo de partida, agravando una sensación constante de estar jugando una versión aún en desarrollo.
Vilde aspira a ofrecer una odisea vikinga intensa y táctica, pero sufre en casi todos los frentes. La ambientación es hueca, el combate es desorganizado, los sistemas no se complementan y los fallos técnicos empañan la experiencia. En un género donde la competencia es feroz y abundan títulos pulidos e innovadores, Vilde se siente más como un juego sin terminar, con buenas intenciones, que como una aventura digna del Valhalla.
Es para ti si juegas a todos los shooters de este tipo que salen y te atrae el entorno vikingo.
Hemos jugado Vilde en una Steam Deck gracias al código enviado por Perelesoq a través de PressEngine.