Xbox One se puede leer Xbox 1 y seguro que el suegro de mi cuñada prefiere la segunda acepción, en su categoría de académico. Pero yo tengo un argumento que llama a los colores. Uno de esos que emocionan. Porque ese uno, para muchos, será siempre el de la consola que vimos nacer en el año 2000.
Aún conservo un póster en el que se ve a una luchadora junto a un robot que imita sus gestos. Esa era la nueva generación de consolas que prometían hace más de una década. La que incluiría el hardware más potente para jugar y que se las vería casi de tú a tú con el mejor de los PC de su momento.
Todavía me parece que no hemos llegado a lo que se prometía para el año 2001. Pero aquella Xbox 1 ya nos contaba muchas cosas sobre los planes de Microsoft. ¿Estamos por fin ante esa realidad? ¿No ves Kinect en cada movimiento del vídeo? Esta insinuación no es nueva, pero siempre me viene a la memoria cuando recuerdo esta presentación del Game Developers Convention 2000.
Ahora bien, para mí, Xbox 1 sigue siendo la primera que llegó a mi casa. La que compré en un centro comercial a precio de oro. La que aún sigue debajo del televisor y que le espera una jubilación paulatina. Es cierto que existen otros dispositivos que hacen lo que espero de esa consola añeja, mucho mejor que su hardware caduco, pero no les he hecho sitio aún. Entrar a mi casa y ver la Xbox original es algo que me caracteriza y no veo necesidad para cambiarlo.
A la One o Xbox 1, como quieras escribirlo, le va a costar ocupar ese sitio de honor que no han alcanzado las diferentes Xbox 360 y, mucho menos, las de otros fabricantes. También es cierto que, con el tamaño de la nueva generación y la imposibilidad de colocarla en vertical, algo tendré que pensar. Ventilación, espacio, estabilidad… todo eso estaba reservado a una máquina muy concreta, mi primera Xbox. Ahora, parece como si Microsoft hubiera decidido por mí. Que ya es hora de cambiar la decoración. Que esa Xbox uno tiene un diseño menos de Detroit y más… de ahora. ¿Será capaz de convencerme?