La tauromaquia y las consolas no se unen ahora. Antes que Toro en Xbox One hemos visto cómo otros lo han intentado, en la época de los 8 bits. Cuando las corridas no estaban tan demonizadas, ni había prohibiciones en ciudades tan carismáticas como Barcelona. Sin embargo, Microsoft se ha atrevido con la publicación de un juego de toros en Xbox One que nos sorprende por varios motivos.
En primer lugar, tenemos la calidad visual. Esta se queda muy por detrás de lo habitual en la consola de nueva generación. Aunque se trate de un título catalogado como indie, no está demás que los filtros oportunos hagan su trabajo. Esto parece que dejó de funcionar hace tiempo en Microsoft y atrás quedan las promesas iniciales, cuando se presentó la consola. Entonces se criticó a la compañía por establecer filtros de calidad que obligarían a respetar ciertos niveles para convencernos de que la nueva generación estaba aquí. Está claro que en este sentido debieron ser firmes y no publicar cualquier cosa digna como mucho de un móvil de hace cinco años.
Defectos como el clipping, unas animaciones repetitivas, física poco creíble y la detección de colisión poco cuidada son algunos ingredientes de Toro en Xbox One. A esto se une un público sin detalle y que solo se salve, un poco, el albero. Aunque este es un mero colchón texturado y sin un grano de arena que se levante cuando debe.
El control de Toro en Xbox One se basa en una serie de QTE, junto con la posición del torero. Unas veces está más camuflado que otras, pero no faltan las sucesiones de botones en el tercio de banderillas o al entrar a matar. Al menos, los desarrolladores han tenido el detalle de eliminar la sangre. Algo obligatorio si deseaban traspasar fronteras, pero que de incluirlo solo habría servido para evitar la salida a la venta y llenar algunas páginas de los medios generalistas.
Las artes del toreo vienen a ser como los combos de los juegos de lucha. En realidad, buena parte de una corrida de toros es eso, pelearse en la plaza. De ahí que debamos desbloquear suertes cada vez más complicadas, pero echamos de menos la ejecución. Con unas animaciones que eliminan cualquier interés entre si vemos manoletinas, naturales, pases de pecho, doblones… Lo cierto es que la variedad no llega a convertir este título en un simulador y mucho menos en una enciclopedia.
El sonido tiene lo básico, con aplausos cuando el torero lo hace bien y encadena varios tipos de pases o termina bien la faena. Los cambios de tercio se reducen a lo mínimo, sin que de la sensación de estar en una plaza de toros. Además, aunque empecemos en una de pueblo y vayamos a la Monumental o a la Maestranza, las sensaciones son prácticamente las mismas.
Donde sí se notan cambios es en el aspecto del torero, que se puede editar y al que podemos pasar del traje campero a uno de luces. Pero con pocas opciones que lo hagan algo realmente interesante, donde invertir tiempo o esfuerzo.
La experiencia con Toro en Xbox One, en general, es bastante negativa en todos los aspectos. Las concesiones para evitar polémicas, como con la sangre, eliminan parte del realismo del arte del toreo. La violencia se queda en mínimos, con un torero inmortal, aunque no falten elementos como las banderillas o la estocada y muerte final. La valoración de cada faena se basa en acciones básicas y repetitivas, con lo que tampoco podemos hablar de un juego profundo.
Lo cierto es que, salvo por la curiosidad y singularidad de tener un juego del género taurino en Xbox One, no hay mucho que contar, positivo, respecto a este juego que se añade al catálogo de la consola en Xbox One. Además, para todo lo demás y las opiniones personales, tenemos el vídeo de Sieg y su odio visceral contra el maltrato animal. ¿Pones tú el contrapunto y nos cuentas cómo se puede defender Toro en Xbox One?
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